El vino de pitarra: tradición y sabor del suroeste español
Si hablamos de vinos de España es habitual pensar en famosos riojas, vinos de Rueda, Albariños… Sin embargo, las bodegas extremeñas –con etiquetas tan reconocidas como el vino Habla del Silencio- y los vinos de la tierra y DO Castilla La Mancha –con ejemplos como el vino Dominio de Eguren- esconden auténticos tesoros que, si bien son menos populares, hunden sus raíces en la tradición del suroeste español.
Entre paisajes de dehesas y pueblos con historia se elabora una de las bebidas más auténticas y artesanales: el vino de pitarra, todo un ejemplo del espíritu de la producción casera, alejada de procesos industriales y vinculado a la identidad local. Su sabor característico y su elaboración en pequeñas tinajas de barro lo convierten en una joya enológica que ha sobrevivido al paso del tiempo. ¿Buscan descubrir los matices más auténticos de estos vinos extremeños? Aquí tienes algunas claves
Vino de pitarra: un vino casero con siglos de historia
Por si habías pasado por alto el detalle te diremos que el vino de pitarra es un vino de tinaja y es precisamente la denominación del recipiente lo que le da nombre. Pitarra, así es como se conocía antiguamente a las pequeñas tinajas de barro en las que, hasta nuestros días, se elaboran estos vinos extremeños. Pero ¿de dónde vienen? Lo cierto es que el origen de este vino artesanal se remonta a la época prerromana. No obstante, también en los tiempos en que las grandes bodegas eran una excepción, los campesinos elaboraban su propio vino casero en estas pequeñas tinajas de barro que permitían una fermentación natural. Esta práctica, muy arraigada en Extremadura y algunas zonas de la DO Castilla-La Mancha, ha pervivido hasta hoy manteniendo su esencia y conquistando a quienes buscan experiencias vinícolas singulares.
Los vinos de la tierra elaborados de esta manera destacan por su personalidad inconfundible. No siguen patrones comerciales ni estándares de producción masiva, sino que reflejan las condiciones climáticas y las variedades de uva autóctonas. Además, a diferencia de otros vinos de la tierra como el Habla del Silencio, de las bodegas extremeñas Habla, o el Dominio de Eguren castellano manchego, en el vino de pitarra el proceso de elaboración se mantiene fiel a las técnicas tradicionales. Las uvas, generalmente autóctonas -como las variedades alebrijes, borba y Pedro Ximénez, para los blancos o la bobal, garnacha y cencibel en el caso de los tintos-, se vendimian a mano y se dejan fermentar en las pitarras. No hay control de temperatura ni filtrados sofisticados, lo que permite que la fermentación siga su curso natural.
Este proceso otorga al vino un carácter genuino, con aromas a notas frutales, sabores potentes pero agradables y suaves al paladar, aunque con una graduación alcohólica que, por lo general, supera a la medida. El resultado, en todo caso, es un vino de pitarra que, como ocurre con los mejores vinos extremeños y los DO Castilla La Mancha, es ideal para acompañar la gastronomía típica de la región. Su carácter rústico lo hace ideal para maridar con quesos curados, embutidos ibéricos y platos de caza además de con guisos tradicionales y asados, potenciando los sabores intensos de la cocina extremeña y manchega.